La primera vez que me di cuenta de lo necesarios que son los bastones para el Camino de Santiago fue en mi tercera ruta de peregrinación a la ciudad del Apóstol. Tras haber recorrido el portugués y el francés en años anteriores, volví a repetir un tramo de este último con un grupo de amigos. En aquel momento yo ya era un fisioterapeuta con algunos años de trabajo a mis espaldas. Aún con eso, no pude evitar lo que me ocurrió (y me forzó a usar bastones por primera vez en mi vida). En este artículo os lo voy a contar.
Nota: si estáis preparando el Camino de Santiago, en Quintana Massages tenemos varias guías de las rutas por etapas:
- Consejos para preparar el Camino de Santiago francés desde Sarria en 4, 5, 6 y 8 etapas.
- Consejos para preparar el Camino de Santiago portugués desde Tui en 4, 5, 6 y 7 etapas y desde A Guarda en su variante por la costa.
- Cómo preparar el Camino de Santiago Primitivo desde Lugo en 4, 5 y 6 etapas
- Consejos para preparar el Camino de Fisterra-Muxía en 4, 5 y 6 etapas
- Cómo preparar el Camino de Santiago del norte desde Ribadeo.
- Consejos para preparar el Camino Inglés
Nota: si es la primera vez que te planteas hacer el Camino, en este otro artículo de dudas explicamos cuántos Caminos de Santiago hay, cuál es el Camino de Santiago más bonito, cuándo es la mejor época...
Bastones para el Camino de Santiago
Antes he dicho una pequeña mentira: aquella vez no fue la primera ocasión que utilicé bastones en mi vida. En años previos ya había tenido la ocasión de usarlos en alguna ruta con raquetas de nieve, donde los bastones se convierten en elementos fundamentales.
Tan fundamentales como lo pueden ser para el Camino de Santiago si se tiene una lesión de miembros inferiores, como era (es) mi caso.
Yo tengo una condromalacia rotuliana. Esta lesión, de la cual ya hablé en este otro artículo sobre lesiones frecuentes del Camino de Santiago, es una afección bastante habitual en todo ser humano (junto a las tendinitis en rodilla y tobillo). Básicamente, es un desgaste de las superficies articulares de la rodilla entre rótula y fémur. Mi condromalacia, aunque leve, afecta a ambas rodillas y, si no se la tiene en cuenta como es debido, puede dar mucha guerra.
Tanta como me dio a mí en aquel Camino, donde cometí tres errores.
- El primer error fue no prepararme debidamente. Yo, sabiendo que tenía un punto débil en mis rodillas, no las preparé en consecuencia para el estrés que iban a recibir (esto lo cuento en el artículo que cité antes).
- El segundo error fue un fallo a la hora de preparar el propio Camino de Santiago (de ahí que este artículo con consejos para preparar la ruta sea bastante relevante, porque nace del auto-aprendizaje): quisimos recorrer muchos kilómetros en un tiempo breve.
- El tercer error fue que pensé que mi cuerpo era el mismo que años atrás. Y no, no era el mismo.
Bien, con esta previa, solo podía mascarse la tragedia, la cual hizo acto de presencia a partir del fin del segundo día (en la que habíamos hecho 30 y muchos kilómetros). Mi rodilla izquierda comenzó a dar ese síntoma de presión con pinchazo y crujido en la zona anterior de la rodilla que caractariza a la condromalacia cuando la cosa está a punto de caramelo. Pese al auto-tratamiento al que me sometí al final de ese segundo día, la erupción llegó al día siguiente, al descender las primeras cuestas y en mitad de una lluvia que no cesaba.
Como ya comenté en el citado artículo sobre las lesiones del Camino, las cuestas abajo son las peores enemigas de una rodilla con condromalacia (y con tendinitis). Si a eso se le suma un terreno húmedo y resbaladizo (que exige más fuerza a la musculatura para evitar resbalones), ya tenemos todos los ingredientes necesarios. Al cabo de unos kilómetros mi rodilla izquierda comenzó a aumentar en dolor hasta el punto en que caminar era una pequeña tortura.
Ahí fue cuando agarré el primer palo del camino. Lo recuerdo perfectamente: robusto, de color marrón oscuro profundo, un corte en bisel en el mango y con la altura idónea que yo, en mis clases de universidad y postgrado de experto en fisio deportiva, había aprendido a regular para otros pacientes. Bonita ironía.
Ese bastón me salvó durante un buen tramo de quedarme en la cuneta, a kilómetros de mis colegas, porque el bastón ayuda a reducir la carga de peso sobre la rodilla lesionada. Pero la otra rodilla, la que tenía una condromalacia leve (apenas me había dado síntomas en mi vida), empezó a trabajar también a destajo, ya que era la única “buena” de las dos. Al final, como es de imaginar, esa rodilla también comenzó a dar síntomas, hecho que me obligó a hacerme con otro palo (este no lo recuerdo tan bien). Aquel Camino de Santiago pude terminarlo gracias a aquellos dos bastones improvisados. De aquella monumental triple cagada saqué varios aprendizajes:
- primero, a no acudir desentrenado a una actividad física intensa.
- segundo, a tener, al menos, un bastón en el coche (o en la mochila) por si las moscas.
- tercero, a recomendar a todo el mundo que tenga una lesión de miembros inferiores (rodilla, tobillo) que se planteen dos veces hacer un ejercicio físico intenso y, en caso de que lo decidan hacer, que se lleven un bastón y (aquí los más puristas del Camino se llevarán las manos a la cabeza) contratar un servicio de transporte de mochila para evitar el sobrepeso en las zonas lesionadas.
- y, cuarto y último, a poder escribir un artículo como este para que la gente no dude en contar con un bastón para caminar para el Camino de Santiago o en rutas con mucho desnivel.
Aparte de todos estos factores positivos de los que he hablado, hay que sumarle un uso que no se suele tener en cuenta: llevar dos bastones ayuda a que sea más fácil marcar un ritmo y acompasarlo a la respiración, algo que ayuda mucho a mejorar la fatiga y el consumo de energía del organismo.
A mayores en este reel de nuestro canal de Instagram podéis ver algunas técnicas para auto-tratar la condromalacia rotuliana:
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¿Qué bastones elegir para el Camino de Santiago?
A lo largo de estos años, mucha gente me ha preguntado qué tipo de bastones para caminar recomiendo llevar al Camino de Santiago. Mi respuesta es sencilla:
El que uno se pueda permitir.
Aquellos palos improvisados que recogí en el camino fueron útiles para mis rodillas, pero estaban lejos de ser cómodos y ergonómicos (las palmas de mis manos lo atestiguaron los días siguientes).
Hoy día hay bastones para aburrir y de precios muy distintos. Obviamente, los más caros son los que combinan robustez, poco tamaño y ligereza, factores fundamentales a la hora de hacer un camino de larga duración sin cargar demasiado peso, un factor importante para evitar lesiones en miembros inferiores (para saber cómo resolver el problema del peso en la mochila, damos algunos consejos en este artículo).
Así que mi respuesta es esa: hazte con el bastón que te puedas permitir. Vale cualquiera, siempre y cuando se adapte a tu cuerpo (y tu bolsillo, claro)
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